Como llegamos a donde estamos

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Se sube el telón: Dos jóvenes idealistas se ven confrontados frente a una realidad que no podían conciliar. Con sus inquebrantables estándares morales, toman la decisión de asociarse y emprender la misión quijotesca de transformar una industria un producto a la vez, sin dejarse intimidar por la serie de obstáculos infranqueables que los esperan en el camino. Mmm... no, en realidad ese es el relato épico que siempre sale en los medios.

La verdad es que se conocieron en un foro de gaming. En serio.

Lo que unió a Agustín Linenberg (Limpa) y a Roberto González (Robert) en primer lugar no fue la inquietud por la baja calidad del medio digital que tanto los apasionaba, ni la sensación de no encajar en un mercado donde el foco en el usuario parecía ser un nice to have y los productos decentes eran la excepción. Los unió el amor por los fichines y las ganas de discutir con extraños en internet.

En algún momento mientras debatían la mejor forma de hacer que un procesador corriera más rápido sin prenderse fuego o por qué la única forma correcta de jugar la saga Final Fantasy es en su japonés original (mientras meditás en un jardín de Bonsai), Limpa y Robert se dieron cuenta que tenían algo más en común.

Uno tenía un perfil orientado al diseño, el otro sabía desarrollar y ambos confiaban que, con las pocas herramientas a su disposición, podían salir a crear productos digitales.

Entre varias idas y vueltas, tomaron la decisión de asociarse y salir al mercado a hacer productos de la mejor forma posible, sin poner excusas en plazos, presupuestos ni procesos ineficientes.

Empezaron trabajando para familiares, amigos y conocidos y de a poco aparecieron los resultados. En sólo tres años consiguieron armar una cartera de clientes bastante decente, participaron de varios productos digitales interesantes y lograron cierta reputación en la industria.

En algún punto de esta primer etapa perdieron el norte que definieron en esas madrugadas pre-Aerolab. Con la idea de mantener el estudio a flote se enfocaron más en los balances que en los productos que estaban creando, lo que les planteó una especie de encrucijada.

La pregunta era simple: ¿Querían llevar adelante un negocio más o querían lograr algo distinto? La respuesta tenía forma de barrilete

El cambio de enfoque no fue fácil. Tuvieron que empezar casi de cero y volver atrás con varias decisiones. Perdieron clientes en el camino, pero de a poco volvieron al principio y recuperaron la idea que los juntó: poner la calidad como prioridad absoluta con la cual Aerolab empezó a tomar forma.

Aerolito + Astrolabio

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Origen del nombre

El equipo se mudó de un monoambiente, a otro monoambiente, a una oficina y empezó a trabajar en los primeros proyectos que llevarían la marca de Aerolab.

Se unió Ale Vizio como Director Creativo, y al tiempo se sumó Juani Ruiz Echazú como Director UX. Entre ambos comenzaron a potenciar al equipo liderando entre otras cosas el área de diseño y de experiencia de usuario, para llevarnos a hacer los mejores productos digitales del mercado. Durante sus años como socios, tanto Ale como Juani fueron piezas claves en la trayectoria de Aero.

Con esta nueva visión llegaron nuevos clientes y la complejidad de los proyectos seguía creciendo. Era necesario que el equipo hiciera lo mismo: de las siete personas amontonadas en el primer monoambiente llegamos a más de 60 que somos hoy en día.

Desde que Aerolab empezó, estamos en la búsqueda constante de transformación y nuevos desafíos.